Yumbos de Rumicucho

Somos un tejido de familias nativas, descendientes de los primeros habitantes de la mitad del mundo, hoy conocido como San Antonio de Pichincha, norte de Quito, lugar que en otro tiempo se llamó el valle de Pomasqui y de Lulumbamba. Somos los descendientes yumbo Quitu Cara, vivimos entre la ruralidad, rodeados de la amenazante expansión urbana. Crecimos acunados y acompañados por los volcanes Casitagua y Pululahua y por los cerros Cosaminga, Sincholagua, la Marca, y el cerro Catequilla, este último conocido como el centro de la tierra, descubierto por nuestros padres y madres primarios que en otros tiempos se comunicaban con los latidos del cosmos y escuchaban el lenguaje de los astros.

Somos los habitantes de Rumicucho, nombre que el incario en sus amplias campañas de expansión nos puso al mirar abundantes piedras rojas. Rumi, palabra quichua que traducida al español significa piedra, y cucho, rincón, somos “El rincón de piedra”. En este suelo hemos nacido por generaciones desde antes de la venida de los incas, somos los descendientes de huasipungueros, los herederos de tierras repartidas con la reforma agraria, los hijos y nietos de los antiguos peones de hacienda, los que hasta ahora conservamos pequeños cultivos y crianza de animales luego de que terminara la época del latifundio. Somos los indígenas urbanos-rurales, los mestizos que poseemos un alto grado de descendencia indígena, somos la mano de obra no calificada (en su mayoría) y calificada que capta la ciudad de Quito, somos los jornaleros, los albañiles, los obreros. Somos los descendientes de las generaciones que en época de la república no tuvieron oportunidad de aprender a leer y escribir, pero también somos las actuales generaciones que van al colegio con esperanza de que una vez desterrados los gobiernos neoliberales, podamos tener mejores condiciones de vida y acceso a la Universidad.

Somos las nuevas generaciones de danzantes, los que mantenemos el legado de nuestros antepasados. Heredamos los movimientos corporales y la ritualidad yumbo, somos una expresión dancística que guarda saberes y conocimiento respecto a la relación que tenemos con el arte de la vida. Nuestra memoria da cuenta de una primera generación de yumbos de quienes tenemos información. De ahí es que sabemos que venimos de familias de raíces: Collahuazo, Flores, Aneloa, Tapa, Chipantasi, Soria, Vásquez, Tibán, Ibáñez entre otras.

Por la noche, en el hábitat de los sueños, aparecen nuestros ancestros, nuestros parientes, los que se nos adelantaron y que hoy viven en los otros planos de existencia, nos dicen cosas, nos susurran, se muestran en imágenes nítidas vestidos con sus trajes yumbo: “todo va a estar bien” dice el abuelo vestido de blanco, anunciando que es tiempo de danzar. Es Rafael Ibañez, guiador, que supo sostener por varios años la danza. Dicen los mayores que antes de su partida “era triste ver a apenas seis yumbos danzando: éramos poquitos”. Sin embargo, esto cambió luego de su viaje de retorno a la matriz de la vida. Tayta Rafael dejó sembrando silenciosamente y hoy sus semillas florecieron: ahora danzan sus nietos y los hijos de otros antiguos yumbos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, llegaron justo en momentos en que los mayores están dejando de danzar por su avanzada edad. “Ahora me siento contento viendo danzar tantos yumbos” dice Manuel Collahuazo a sus setenta y seis años”.

La Fiesta

“El Bioverso tiene ritmo…, todo baila…”

Dicen que antiguamente éramos bastantes, que salían muchos “negros” —danzantes disfrazados con máscara de zorro, encargado de cuidar a los yumbos y apoyar al capitán en la ejecución de la danza—. Y también cuentan que varias familias se organizaban para disfrazarse de Sacharunas —hombres de monte, una suerte de materialización del espíritu de la montaña—: estos personajes tenían el cuerpo cubierto de musgo (variedad de planta que cuelga de los árboles). Según relatan, estos personajes corrían hacia las laderas de los cerros perseguidos por los negros que, una vez que los capturaban, les ponían soga y con ellos entraban a la plaza, asimismo hablan de la Mama Yumba, personaje encargado de hacer danzar a los niños yumbos. Estos dos últimos personajes, ya no están más.

Junio y septiembre son épocas en que aparecemos los yumbos, momentos en que se fusiona nuestra cosmovisión con el festejo a santos e imágenes religiosas de San Antonio de Pichincha. Una fusión originada en tiempos de la colonia e inicios de la república, a cuyas conmemoraciones incorporaron nuestras danzas milenarias con el propósito de vestir de color sus fiestas. Esto solo fue posible porque nuestros antepasados supieron guardar la memoria de la danza en épocas en que la “inquisición” persiguió y desapareció muchas de nuestras prácticas por considerarlas paganas.

Año tras año acompañamos a los priostes de San Antonio y del Señor del Árbol. Con algunos meses de anticipación visitan la casa del cabecilla para pedirle que los yumbos acompañemos en la fiesta. Llegan con presentes, con trago o con mediano (comida, o productos comestibles). Una vez aceptado el compromiso, el cabecilla informa al capitán de la Yumbada. Luego de esto se visita a cada uno de los danzantes para pedirles también que acompañen. Si hubo mediano, éste se reparte a cada danzante, y, si no, solo se realiza la convocatoria de palabra.

Luego de esto, las familias de los yumbos se organizan: el cabecilla y el equipo logístico coordinan aspectos de movilización, de alimentación y demás aspectos que se requieran, los danzantes preparan sus trajes.

Los yumbos alistan sus inchas (corona de plumas de papagayo, loro, o de pavo real), tejen sus trenzas, abrillantan y colocan cintas a sus lanzas de chonta (madera del árbol de la Amazonía). El negro arregla su máscara confeccionada con cuero de zorro, El cajero tensa las sogas de su tambor y baña con puntas (aguardiente puro) a su pingullo.

Cada cierto tiempo, y cuando es posible, el cabecilla, a través de alguna gestión, hace una renovación de trajes: cada yumbo o yumba recibe vestimenta consistente en pantalón, pañolones y el yumbo facha, que consiste en un pequeño poncho que es decorado y cosido por cada danzante con cintas de colores vivos, con los que plasma: montañas, cerros, estrellas, constelaciones o lo que le nace de sí.

A las cuatro de la mañana del primer día de fiesta se realiza la recogida de los danzantes: el punto de partida es la casa de la mama pingullero (el músico tradicional) desde ahí se va de casa en casa recogiendo a todos los integrantes. Las estrellas fugaces acompañan desde el cielo negro de la madrugada, se dejan ver, comunican, su presencia es interpretada por quienes saben leerlas. Cerca, muy cerca, se ven las constelaciones que antaño nuestros ancestros miraron (Ofiuco, Serpentario y la Ballena).

Los antiguos cuentan que la recogida se hacía a pie, atravesando calles de tierra y pequeños chaquiñanes. Actualmente, lo hacemos en transporte, porque los caminos han desaparecido atravesados por las construcciones y también porque un buen grupo de yumbos son adultos mayores y, para nuestra felicidad, existe la presencia de niños de la nueva generación. 

Una vez que estamos todos, nos dirigimos a un punto de encuentro desde donde ingresamos a la plaza de San Antonio. Ahí danzamos para recibir los primeros rayos del sol: nos movemos con la tierra mientras observamos al cielo pintarse de azul. Es el albazo, acto que sucede mientras el nuevo sol alimenta de vida nuestros cuerpos. Soplamos mano para saludar las energías de nuestros antepasados que durante dos días nos acompañarán en la fiesta.

A lo lejos, los voladores revientan avisando a los sanantoneños que la fiesta ha iniciado. Es la primera danza: los yumbos hemos cumplido con la tarea de limpiar energéticamente el espacio para todos.

Luego de que hemos recibido con danza al sol, los priostes invitan a un compartir de alimentos: el chocolate que sale humeante de las ollas se lo reparten con pan. Por ahí también nos brindan seco de pollo o de chivo. Todos comemos con gratitud. Después de un par de horas, nos dirigimos a la casa del prioste principal donde nos reciben con otro desayuno a tiempo que los familiares hacen sonar una fila de voladores avisando al pueblo que la fiesta está en su casa.

Ahí se realiza la entrega tradicional de los ramos flores, con los que nuevamente nos dirigimos a la plaza por las calles principales de la parroquia. La gente del pueblo se acerca, la banda entona los ritmos yumbos e intercala con la mama pingullero. Al llegar a la iglesia, el párroco bendice los objetos y se termina la jornada de la mañana.

A las dos de la tarde nos volvemos a juntar en casa del prioste o el lugar conocido como “La Y”. Es el momento de la “pasada”, es decir, del desfile. Los antiguos cuentan que antes se bailaba de corrido durante los siete días que duraba la fiesta. Hoy estamos condicionados a los tiempos actuales y a un calendario artificial, supeditados a múltiples situaciones (trabajos en fin de semana) que nos limitan e interfieren con nuestros ritmos naturales. En “La Y” nos reunimos con los priostes, las bandas de pueblo y los capariches.

Desde ahí acompañamos al Santo o imagen religiosa puesta en andas por los priostes y, mientras vamos danzando, llegamos a la iglesia central y con todos los grupos hacemos una Toma de la plaza. Mientras dura el Salve, o misa de fiesta, los danzantes recibimos la merienda. Aunque la mayoría de danzantes son católicos, es importante señalar que los yumbos no entramos a la iglesia. La forma de vivir la sacralidad yumba es distinta, la Yumbada en sí misma tiene su propia cosmovisión, simbología y sentido.

Ha llegado la noche, se retoma la fiesta, el jolgorio, suena la banda de pueblo, el pingullero hace danzar a los yumbos, se encienden los fuegos pirotécnicos, la plaza repleta de gente observa las luces, unos ríen mientras con la mirada siguen el juego de las vacas locas, suenan los últimos cartuchos y cohetes, la jornada del primer día de fiesta ha terminado.

Cuentan los mayores que, antiguamente, al finalizar la quema del castillo, salían bailando y cantando de la plaza al ritmo del tambor y el pingullo hasta llegar a la casa del cajero o mamaco, esto con el propósito de comprometerle para que acompañe a la mañana siguiente.

El segundo día de fiesta nos reunimos a las nueve de la mañana en el mismo sitio (la Y) desde ahí nos dirigimos a la iglesia central para llegar justo a la misa del medio día. Todos los movimientos de la danza dan cuenta de una simbología profunda mantenida por generaciones. Se danza en pareja o en fila de uno. La danza tiene un permanente retorno, avanzan y regresan, en las esquinas dan la vuelta y soplan la mano (sonido que surge de una técnica del contacto de la mano con un soplo que surge de los labios), el capitán (yumbo principal) regresa a ver la fila. Cada danzante está en un sitio dependiendo de los años de danza y conocimiento. Mientras el pingullero toca diferentes tonos, el conjunto de danzantes se transforma en un solo cuerpo. Todos danzan en una sola sincronía.

Al finalizar la celebración religiosa se realiza la procesión de la imagen alrededor del parque. Los yumbos van delante de la imagen, danzan. Al llegar a la iglesia, la imagen regresa a su santuario.

Es momento del ritual de la “Matanza”, ritual simbólico de muerte y resurrección, ritual de la vida: se marca la cancha, luego, todos lo yumbos de ponen en una sola fila. Se dividen en mitad para mirarse. Extienden sus varas de chonta de manera horizontal y las mueven como si el viento acariciara las hojas de un árbol. Suena el tono de matanza en el pingullo y la caja.

Todo cambia. Los danzantes son una parte de la selva: un yumbo es ahora el cazador y el otro se convierte en cuchi, o saíno (cerdo de monte). Se expresa una vivencia de los yumbos en el tiempo. El cuchi será protegido por el negro, mientras que los “árboles” desde su sitio tratarán de impedir el paso del cazador. Desde un extremo de la formación de “árboles”, el cazador preguntará si han visto a un puerco. El cazador y el cuchi establecerán diálogos en kichua en los extremos de la fila. El cuchi se escabulle, el cazador ve la manera de darle encuentro. —Cuentan los antiguos que la cacería duraba varias horas—. 

Es momento de dar la estocada: el cazador corre zafándose de los obstáculos y, cuando está muy cerca de su acometido, extiende su chonta y alcanza al saíno que cae muerto. El negro entra en llanto, pide, suplica a su puerquito que no muera, lo abraza, se pone encima del ser que este tendido en el suelo, juega con el instinto sexual de crear la vida. Mientras esto sucede, los árboles del monte se convierten en humanos y corren hasta atrapar al cazador, entre cuatro o más cruzan sus chontas alrededor del victimario.  Piden que devuelva la vida al cuchi. El cazador mira al ser que está tendido en el suelo, coloca la chonta en la espalda, con toda su energía de sanador, hace el mismo gesto en las cuatro direcciones. Su fuerza de sanador, curandero o yachak devuelve a la vida al ser cuchi humano. Inmediatamente los yumbos lo levantan con las chontas para realizar unas vueltas definitivas hasta que el cuchi despierta. Todos soplan mano de alegría. (sonido natural de viento producido con la boca y la mano).

Todos cogen sus chontas. Es momento de la contradanza: dos filas de yumbos se miran entre sí, se cruzan y tocan con fuerza las chontas, sube la energía, es la fuerza del Yumbo. Se repite varias veces. Luego colocan todas las chontas para realizar la danza del pañuelo blanco. Las dos filas retroceden de los dos lados y se encuentra para topar los pañuelos por varias veces: es la paz. Terminan con un fuerte abrazo. Finalmente, hacen Chimbapura, y cantan las coplas.

Así termina la fiesta y se recuerda lo que hacían nuestros antepasados. Así celebramos la vida comunitariamente: sanamos, curamos, renacemos en familia, en compañía de nuestros hermanos los cerros, la fuerza del cosmos y la energía de tierra que está en nosotros.

  • O pingullero es el musico tradicional que guía con los tonos a todos los danzantes. Lleva una caja o tambor y el pingullo de tunda o carrizo.

  • Danzante que lleva una corona de plumas o incha, el yumbo facha, una suerte de poncho con diseños personales hechos con cintas de lana de colores vivos. Lleva dos pañolones entrecruzada por la espalda y el Pecho. Una cabellera artificial trenzada y la lanza de chonta.

  • El negro es un personaje que cumple con la función de proteger a los Yumbos, pero también llama la atención. Con su acial pone orden a los danzantes.

  • Para la matanza se requiere de un cazador que traza una línea imaginaria para que los yumbos se coloquen en sus respectivos sitios, uno de los monos que se convertirá en el “cuchi”, o cerdo, al ser una representación primigenia este animal es un saíno o cerdo de monte. Yumbos y monos se colocan en fila para convertirse en árboles, con las chontas en movimiento impedirán que el cazador cumpla con su cometido. El cazador pregunta a los hermanos arboles si no han visto al cuchi, todos dirán que no o lo distraerán. Ha iniciado la persecución, el cuchi se pone detrás de las personas que expectantes observan sentados en el graderío de la iglesia. De a ratos el chuchi ágil le quita la chonta al cazador y la lanza lejos. Por ahí el cazador aprovecha una oportunidad y toca con la lanza al saíno. Lo mata simbólicamente, los santo padres le dan las bendiciones y se cercioran que este en su sitio. Un grupo de yumbos da alcance al cazador a quien toman prisionero que es llevado junto al cuchi para que lo reviva. Cantan ceremoniosos. Con varios movimientos el cazador gira con su chonta topa el cuerpo que este tendido. Hasta que saben que ya es momento. El cuchi vuelve a la vida. Los Yumbos soplan mano e inicia una serie de cantos de agradecimiento y despedida.

Los Cantos

Para arriba de mi casa
Hay una mata de uvilla (bis)
Por ahí pasa mi chiquilla
Meneando la rabadilla (bis)
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay 

Esta Casa buena casa
Qué bonita la formación(bis)
Esa chica esta adentro
Dueña de mi corazón
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay 

Sapito de la quebrada
Chiquitito pero ruidoso(bis)
Sapito de las mujeres
Hediondo pero sabroso(bis)
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay 

Por arriba de mi casa
Se ha asomado un venado (Bis)
Sali a echarle la visita
Y había sido mi cuñado(bis)
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay 

De todos los animales
Yo quisiera ser lobito(bis)
Para sacar a la novia
Y dejar al novio solito(bis)
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay 

En el río de Taguando
Mi sombrero fue Volando(bis)
Porque el amor se me acabó
Y me ha ido abandonando(bis)
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay

De esta casa buena casa
Donde vive nuestro diosito(bis)
Por ahí vamos a pasarnos
Levantando a San Antoñito (bis)
Jolalay Jolalay jochacahy jochachay