Yumbos de Pomasqui

Somos los Yumbos de Pomasqui, los nativos, los descendientes de los primeros habitantes de Quito, los antiguos pobladores del Valle equinoccial, los Quitu Cara Yumbos. Estamos asentados al norte de la ciudad entre el cerro Pacpo y el volcán Casitagua, puerta de entrada y salida de los antiguos yumbos por donde en otros tiempos hacían sus recorridos para traer productos de intercambio.

Somos los yumbos de ahora, los que hemos logrado que nuestra danza no desaparezca. Estamos aquí siguiendo el camino trazado por nuestras familias, generación tras generación. Venimos de las raíces de los antiguos Pilatuña, Cumbal, Rodríguez, Cabezas, Pilca, Clavijo, Cushicagua, Eliecer, Tenelanda, Guachamin, Borrero, entre otros, desde la primera generación de quienes hay memoria.

Somos los jornaleros, los hijos de huasipungueros, somos las familias que cultivamos las tierras de Pomasqui en las haciendas y en nuestras chacras. Los que luego de la expansión de la ciudad buscamos otros oficios, principalmente la albañilería. Somos los que nos hemos profesionalizado, los emprendedores, obreros, estudiantes, niños y jóvenes.

Somos los Yumbos de Pomasqui, los danzantes de la vida. ¡Aquí estamos, no nos hemos ido!

La Fiesta

“Bailamos en línea recta, en circulo, en zigzag, en la línea de la vida. Hay veces que tenemos que hacer surcos, pero siempre regresamos al camino. A través de la danza transmitimos lo que es la vida, lo que es el nacer, el crecer y la muerte”. Mesías Cabezas.

Es luna creciente: el cuerpo está atento al flujo del tiempo natural propicio para generar nuevos proyectos, concebir ideas. El viento de la mañana sopla cariñoso, los tábanos —insectos de temporada— han aparecido en el cerro anunciando las fiestas de junio, tiempo de yumbos, tiempo de entretejer lo nuestro con las creencias del Corpus Cristi.

En días previos, los priostes cumplen su acometida: se reúnen, invitan, visitan la casa de la mama pingullero para pedir que acompañen a la fiesta (Dicen los antiguos que antes de que nos incorporen como alegoría de las fiestas religiosas, bailábamos en los patios de las casas de manera privada, cuidando que nuestra danza no desaparezca).

Así llegan los días: todos han preparado con anticipación sus trajes, han arreglado las plumas de las winchas (coronas de pluma de papagayo o loro, difíciles de conseguir ahora), los monos y los santo padres han cambiado de trajes o han arreglado los que tienen. La santa muerte ha hecho lo mismo. La mama pingullero ajusta los cueros de la caja y ha bañado con “puntas” (licor de caña) el pingullo de carrizo o tunda para que suene con dulzura y fuerza. El tambor ha sido entregado por Aurelio Cumbal a la Yumbada, la mama de la primera generación de la que hay recuerdo.

Hubo una época, hace muchos años, en que la Yumbada estuvo sin pingullero, ocasión que aprovechó Francisco Cabezas, guiador de la segunda generación, para incorporar a Marcelo Tenelanda, pues vio mucho potencial en él, quien resultó clave para la recuperación de los Yumbos, y en honor a él, después de su fallecimiento, se dio inicio a la revitalización de la Yumbada.

Cuando en el cielo nocturno aparecían en un lugar preciso las constelaciones, nuestros antepasados los miraban como un anuncio de que ya es tiempo de danzar. A decir de los mayores, antes se bailaba según ese latido: “antes se danzaba en cualquier día que caía el Corpus Cristi, entre semana y lo hacíamos por varios días. Hoy lo hacemos el fin de semana y nada más”.

Con la fuerza y las ganas de danzar llega el primer día de fiesta: al amanecer, los guiadores nos juntamos en la vivienda de la mama pingullero para desde ahí hacer el recorrido de casa en casa. Desde el barrio San José bajamos recogiendo a los danzantes, pasamos por el barrio Sucre y luego nos juntamos en la plaza, donde también llegan quienes viven lejos.

Ya en el lugar, recibimos los primeros rayos de sol danzando. Es hora del albazo: ocasión donde se anuncia que la fiesta del Corpus ha iniciado. Suenan los voladores. ¡Comienza el jolgorio!

Los danzantes han dejado de ser los que son en la cotidianidad para convertirse en yumbos, en sanadores:  soplan mano, se elevan en la danza llevados por los sonidos del pingullo y la caja. Los monos dejan de ser gente y, como monos traviesos, empezarán a cogerse la comida que encuentran, tal cual como los monos de la selva (Antiguamente, la gente del pueblo sabía que el mono, si quería, tomaba una pierna de hornado, lo cual hacía para dar de comer a los yumbos. Actualmente es más complicado, porque en la parroquia vive gente nueva que puede desconocer esta tradición).

A su vez, los monos también son los encargados de cuidar a los yumbos y disciplinarlos con el “juete” (objeto alargado hecho de cuero, a modo de látigo) si no hacen las cosas bien. Mientras tanto, el Santo padre repartirá bendiciones y con su aspersorio echará en los labios del despistado, o despistada, un macerado de ají y otras especias, asimismo son los encargados de abrir el campo para la danza. Entre la multitud, la Santa muerte, con una campana en mano, dará brincos, danzando, y recordando a la gente que la muerte es parte de la vida.

Luego del albazo, nos brindan el desayuno en una de las casas de los priostes donde también se danza. Antes del mediodía bajan de retorno a la plaza en un ambiente de juerga. La mama los lleva al son de la caja y el pingullo. Se detiene a ratos para que los yumbos dancen en círculo y den vueltas. Los Santo padres gritan: “¡menta, menta, menta!” (licor especial de la zona) o “¡Bueno está, bueno está!”. Por ahí también les brindan chicha y unas copas de trago. Al llegar a la plaza, los yumbos esperan a que los feligreses salgan de misa, mientras tanto aprovechan para danzar y hacer cantos a los viejos amigos quienes año tras año los reciben en las casas aledañas a la plaza.

Los devotos del Corpus salen de misa. Es momento de realizar la matanza, el ritual antiguo mantenido por generaciones. Se hace una fila de yumbos y monos, cada yumbo pone su chonta de manera vertical, en una suerte de árboles de la selva, uno de ellos será el cazador otro —generalmente un mono— se convierte en el cuchi (también conocido como saíno o cerdo salvaje que habitó la zona antes de la venida de los españoles).

Inicia la cacería: el cuchi se escabulle por entre la fila de yumbos. El cazador, quien se ha quitado la wincha para este acometido, le sigue con la chonta, diciendo: “¡Chuchi travieso! ¡Cuchi puerco!”. El cazador pregunta a los yumbos si no han visto al cuchi, sin resultado. El hábil mono transformado en puerco se esconde detrás de las personas que miran expectantes desde el graderío de la iglesia. Entre risas, la gente sigue con la mirada la escena.

Por ahí uno que otro devoto descuidado es sorprendido por un santo padre que ágilmente ha embadurnado con ají los labios del feligrés.  La mama pingullero entona el ritmo de matanza. La gente feliz se divierte viendo la cacería. En esos momentos, el cuchi burla al cazador, le quita la chonta y la tira a ras de suelo muy lejos, en eso, en un descuido, el cuchi se sube en las espaldas del cazador y todos ríen. Escapa, hasta que, de pronto, lo alcanza y con la punta de la chonta topa levemente a su víctima. El cuchi cae “muerto” en el suelo y queda en custodia de los santo padres que le dan la bendición. El cazador huye del lugar, pero más adelante es apresado por los yumbos que estaban en la fila. Prisionero entre las chontas soplan mano y cantan: “Pajarito solitario/ sácame de esta prisión/ yo te pagaré con sangre, / sangre de mi corazón…”. Ya frente al cuchi que está en el suelo, el yumbo cazador realiza con la chonta unos movimientos alrededor del difunto, repite varias veces esos movimientos: ¡el cuchi ha revivido! ¡Es un momento de alegría! El yumbo demuestra la capacidad que tienen para hacer resucitar, para sanar. Los yumbos soplan mano, y danzan para celebrar la vida.

Por la tarde, los yumbos acompañan a llevar las ofrendas del Corpus, bajan a la plaza desde la casa del prioste. En la noche, el pueblo se concentra en la iglesia, la banda suena, se intercala con los tonos del pingullero. Actualmente, el pingullo está a cargo de Steven Quilumba, nieto de Don Marcelo Tenelanda, fallecido hace varios años. Al fallecimiento de don Marcelo, la Yumbada se quedó sin pingullero. Frente a esto, Mesías Cabezas, actual guiador de los yumbos, en la tercera generación, tuvo que recordar los tonos y, tarareando, pudo enseñárselos a la nueva mama.

Los yumbos siguen con la danza hasta que se encienden los juegos pirotécnicos. Cuentan que, al terminar esta jornada, tenían una antigua tradición: ir por la noche al barrio San Juan de Calderón, cruzando el puente antiguo del río Villorita para subir por los chaquiñanes que inician en el barrio el Común, de los conocidos Chucchurillos, así hasta llegar a casa de los sanjuaneños Shugulí, Jaramillo, Guañuna, Cumbal, entre otros, donde les daban comida y posada.

El segundo día, los yumbos, monos y santo padres se reúnen al amanecer en San Juan (antigua práctica que se ha retomado), y allí visitan las casas de los conocidos. En cada parada les ofrecen comida, chicha, mote y trago (dicen los mayores que antes los recibían con puzún o caldo de treinta y uno (caldo con vísceras de borrego).

En la mayoría de lugares donde los reciben se hace el ritual de la matanza. Mientras bajan por los chaquiñanes y terrenos cultivados, los monos entran a las chacras en busca de zapallos o sambos. Dicen que antes, quienes los recibían, ya tenían, de buen agrado, separados los zambos e incluso wachos o surcos de maíz.

El trayecto del descenso es acompañado por los fuertes rayos del sol, el polvo se levanta paso a paso, hasta que finalmente deben cruzar la Av. Simón Bolívar, luego llegan al cruce del puente del río Villorita y desde ahí ascienden a Pomasqui por una de las calles principales donde se concentran para preparar la entrada a la plaza.

Todos los monos y los santo padres cargan lo recogido, llegan a la plaza donde están los priostes bailando con la banda. Entonces, monos y santo padres les hacen cargar los zapallos a los priostes y priostas y a la gente que es querida de los yumbos: ¡es momento de compartir lo recogido por los monos! La banda toca las tonadas que gustan. La fiesta está terminando, el párroco recibe un sambo, y, en señal de intercambio cultural y de respeto, es vestido con la wincha de plumas y la chonta.

Así la fiesta termina, con mucha gratitud a la vida.

  • La mama es el personaje principal de la Yumbada es quien lleva a los danzantes. Es quien marca el paso, de la fuerza de corazón que le ponga depende mucho que los yumbos eleven su energía. Tres tonos se han conservado en la actualidad de espera, chimbapura y matanza.

  • Antiguamente se dice que solo había yumbos, y adultos. Actualmente ya hay una yumbita. Los YUMBOS realizan varios movimientos corporales aprendidas de generación en generación. Tiene colocado en su cabeza la wincha o corona de plumas de guacamaya (hoy son de otras aves), llevan collares confeccionadas con semilla rojas silvestres denominadas huayruros. Y también una lanza de chonta que da cuenta que “es una danza de cazadores. La chonta es una planta generosa: da alimento, su madera y sus hojas sirven para construir la choza y hacer herramientas, utensilios y armas”

  • El mono es un personaje que acompaña, su tarea es hacer reír a la gente, pero también actúa como los monos en la selva que cogen lo que encuentran, en la Yumbada son los que traviesos roban dulces, comida para alimentar a los yumbos, en la bajada de San Juan cogen zapallos, sambos, maíz.

  • El santo padre es una representación burlesca del cura, es también personaje que anima a la gente. Tiene un esparcidor, un palo largo en cuya punta hay un trapo, lo untan con ají y otras sustancias para a los descuidados ponerles en la boca.

  • Este es un personaje nuevo, incorporado a la fiesta por un danzante, representa la muerte como parte de la vida.

  • Es un danzante que lleva puesto un poncho con mates o pilches (calabazo del árbol de Totumo). Es sonido que emite hace referencia al agua, a la lluvia. Este danzante equilibra los espacios con el sonido que emite. Dicen que su tarea es dar fuerza a sus compañeros en el baile.

  • Para la matanza se requiere de un cazador que traza una línea imaginaria para que los yumbos se coloquen en sus respectivos sitios, uno de los monos que se convertirá en el “cuchi”, o cerdo, al ser una representación primigenia este animal es un saíno o cerdo de monte. Yumbos y monos se colocan en fila para convertirse en árboles, con las chontas en movimiento impedirán que el cazador cumpla con su cometido. El cazador pregunta a los hermanos arboles si no han visto al cuchi, todos dirán que no o lo distraerán. Ha iniciado la persecución, el cuchi se pone detrás de las personas que expectantes observan sentados en el graderío de la iglesia. De a ratos el chuchi ágil le quita la chonta al cazador y la lanza lejos. Por ahí el cazador aprovecha una oportunidad y toca con la lanza al saíno. Lo mata simbólicamente, los santo padres le dan las bendiciones y se cercioran que este en su sitio. Un grupo de yumbos da alcance al cazador a quien toman prisionero que es llevado junto al cuchi para que lo reviva. Cantan ceremoniosos. Con varios movimientos el cazador gira con su chonta topa el cuerpo que este tendido. Hasta que saben que ya es momento. El cuchi vuelve a la vida. Los Yumbos soplan mano e inicia una serie de cantos de agradecimiento y despedida.

Los Cantos

Esta casa buena casa,
fue mía desde esta noche.
Esta casa buena casa,
fue mía desde esta noche.
Disculpe nomas señora la voz de la mala noche
Disculpe nomas señora la voz de la mala noche


Ya llegaron los Yumbitos nacidos en la montaña,
ya llegaron los Yumbitos nacidos en la montaña,
cabecita de congona, corona de Cotopaxi,
cabecita de congona corona de Cotopaxi,
Julaley, julalay,
Julaley, julalay…
Sóbale, sóbale ayayay
Sóbale, sóbale ayayay